Sobriedad Emocional: LA PRÓXIMA FRONTERA

Si analizamos toda inquietud que sentimos, las grandes y las pequeñas, encontraremos en su origen alguna dependencia malsana y la exigencia malsana derivada de esta dependencia. Abandonemos, con la gracia de Dios, estas exigencias obstaculizadoras. Entonces nos veremos liberados para vivir y para amar. Bill Wilson

El término “sobriedad emocional”  viene de una carta que escribió Bill Wilson, uno de los fundadores de Alcohólicos Anónimos, en enero de 1958 casi 20 años después de la publicación del Libro Grande.Se puede conseguir en un librito llamado “El Lenguaje del Corazón”. La re-publico, con la intención de explorar luego un poco mi experiencia con la sobriedad emocional.

 Creo que muchos de los veteranos que han puesto a dura y venturosa prueba nuestra “curación alcohólica,” todavía se encuentran faltos de sobriedad emocional. Tal vez se verán en la vanguardia del próximo progreso importante en AA – el desarrollo de más madurez y equilibrio verdaderos (es decir, humildad) en nuestras relaciones con nosotros mismos, con nuestros compañeros y con Dios.

Estos deseos adolescentes de aprobación incondicional, seguridad total, y amor perfecto que tantos de nosotros tenemos – deseos completamente apropiados a la edad de 17 años – nos crean una forma de vida imposible de vivir a la edad de 47 ó57 años.

Desde que AA empezó, yo he sufrido tremendos golpes en todas estas esferas debido a no haber madurado emocional y espiritualmente. Dios mío, qué penoso es seguir exigiendo lo imposible y qué sumamente penoso es descubrir, finalmente, que desde el principio habíamos puesto el carro delante del caballo. Luego nos viene la angustia final al ver lo tremendamente equivocados que habíamos estado, y lo incapaces que aún somos, no obstante, de escapar de ese tiovivo emocional.

Cómo traducir una apropiada convicción mental en un apropiado resultado emocional y así en una vida tranquila, feliz y agradable – bueno, esto no es únicamente un problema de los neuróticos, es un problema que la vida misma nos presenta a todos los que hemos llegado a tener una sincera disposición a aferramos a los principios apropiados en todos nuestros asuntos.

Aun cuando nos esforzamos por aferrarnos, puede que la paz y la alegría sigan eludiéndonos. Y este es el punto al que hemos llegado tantos veteranos de AA. Y es un punto literalmente infernal. ¿Cómo se puede armonizar nuestro inconsciente – de donde surgen todavía tantos de nuestros temores, obsesiones y falsas aspiraciones – con lo que realmente creemos, sabemos y queremos? Nuestra principal tarea es cómo convencer a nuestro mudo, rabioso y oculto “Sr. Hyde”.

Recientemente he llegado a creer que esto se puede conseguir. Lo creo así porque he visto a muchos compañeros, gente como tú y yo, que andaban tanto tiempo perdidos en las tinieblas, empezar a obtener resultados. El pasado otoño, la depresión, sin tener ninguna causa racional, casi me llevó a la ruina. Empecé a temerme que fuera a pasar otro largo período crónico. Teniendo en cuenta las angustias que he pasado con las depresiones, no era una perspectiva muy prometedora.

Seguía preguntándome a mí mismo, “¿Por qué los Doce Pasos no sirven para liberarme de la depresión?” Hora tras hora, tenía la mirada fija en la Oración de San Francisco:”Es mejor consolar que ser consolado.” Aquí tenía la fórmula. ¿Por qué no funcionaba?

De repente, me di cuenta de lo que había de malo. Mi defecto principal y característico siempre había sido el de la dependencia – de una dependencia casi absoluta – de otra gente o de las circunstancias. Siempre había contado con que me proporcionaran el prestigio, la seguridad, y cosas similares. Al no conseguir estas cosas tal y como las quería y conforme con mis sueños perfeccionistas, yo había luchado por tenerlas. Y cuando me vino la derrota, me sobrevino la depresión.

No tenía la menor posibilidad de convertir el amor altruista de San Francisco en una manera feliz y practicable de vivir hasta que no se extirparan esas dependencias funestas y casi absolutas.

Por haber hecho en los años pasados algunos pequeños progresos en plan espiritual, vi revelado como nunca antes lo absolutas que eran esas dependencias espantosas. Reforzado por la gracia que podía encontrar en la oración, me encontré obligado a valerme de toda la voluntad y fuerza de las que disponía para extirpar esas defectuosas dependencias emocionales de otra gente, de AA – para decir verdad, de cualquier circunstancia o cualquier cosa. Únicamente al lograrlo, seria libre de amar como San Francisco. Llegué a darme cuenta de que las satisfacciones emocionales e instintivas nos vienen como dividendos de sentir el amor, ofrecer el amor, y expresar un amor apropiado para cada relación de nuestra vida.

Claro estaba que no podría aprovechar el amor de Dios mientras no pudiera devolvérselo a Él, amando a mis prójimos como Él quería que yo hiciera. Y esto no lo podría hacer mientras siguiera siendo víctima de falsas dependencias.

Porque mi dependencia significaba exigencia – una exigencia de apoderarme de la gente y de las condiciones que me rodeaban y de controlarlas.

Aunque te parezca ser una especie de artilugio, esta expresión – “dependencia absoluta” – fue lo que desencadenó mi liberación y me hizo posible lograr la estabilidad y tranquilidad que conozco ahora, cualidades que sigo intentando consolidar, ofreciendo amor a otros, sin exigir nada a cambio.

Aquí parece que tenemos el ciclo primordial de la reconciliación: un amor efusivo ante la creación de Dios y para con sus criaturas, nuestros semejantes, y por medio del cual podemos aprovechar el amor de Dios para con nosotros. Se puede ver con suma claridad que la corriente efectiva no puede fluir hasta que no se rompan nuestras dependencias paralizadoras – hasta que no se rompan a fondo. Solamente entonces nos será posible tener siquiera la más remota idea de lo que realmente es el amor adulto.

¿Me dices que es una especie de cálculo espiritual? Ni mucho menos. Observa a cualquier AA con seis meses de sobriedad mientras trabaja con un nuevo caso de Paso Doce. Si el candidato le dice “Vete al diablo,” no hace más que sonreír y ponerse a trabajar con otro. No se siente frustrado o rechazado. Y si el próximo caso responde con amor y atención para con otros alcohólicos, sin darle nada a él, el padrino, no obstante, está contento. Todavía no se siente frustrado, sino que se alegra porque su antiguo candidato está sobrio y feliz. Y si resulta que el siguiente caso se convierte en su más íntimo amigo (o en su amor), entonces el padrino siente el mayor regocijo. Pero se da perfecta cuenta de que su felicidad es un subproducto – este dividendo de dar sin exigir nada a cambio.

Para el padrino, el factor más estabilizador ha sido sentir amor y ofrecerlo a ese borracho desconocido con quien se tropezó. Esto era el trabajo de San Francisco, eficaz y práctico, sin dependencia y sin exigencias.

Durante los primeros seis meses de mi propia sobriedad, me dedicaba diligentemente a trabajar con muchos alcohólicos. Ninguno de ellos respondió. Sin embargo, ese trabajo servía para mantenerme sobrio. Esos alcohólicos no me dieron nada. La estabilidad que logré se originó en mis esfuerzos para dar, no en mis exigencias de que se me diera.

Y creo que así podemos tener parecidos resultados en cuanto a la sobriedad emocional. Si analizamos toda inquietud que sentimos, las grandes y las pequeñas, encontraremos en su origen alguna dependencia malsana y la exigencia malsana derivada de esta dependencia. Abandonemos, con la gracia de Dios, estas exigencias obstaculizadoras. Entonces nos veremos liberados para vivir y para amar; entonces, nos será posible aprovechar el trabajo de Paso Doce, tanto con nosotros mismos como con otra gente, para lograr la sobriedad emocional.

Huelga decir que no te he propuesto una idea realmente nueva – solamente un artilugio que me ha servido para librarme, a fondo, de mis propios “sortilegios.” Hoy día, mi cerebro no va corriendo obsesivamente hacia la euforia y la grandiosidad ni hacia la depresión. He encontrado un lugar sereno bañado en la luz del sol.

Bill Wilson. Enero de 1958

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