Prácticas para Dejar de Condenar

La condena se puede cambiar aprendiendo a rendir certezas, negociar con la voz condenatoria y con la pausa y la meditación.

En la columna pasada (¿Cómo paro de enjuiciar?) prometí compartir las enmiendas que me han ayudado a  cambiar el hábito de enjuiciar y condenar.

Básicamente se resumen en tres estrategias:

1) Rendir mis certezas o “yo no sé eso”.

2) Identificar y negociar con la voz condenadora.

3) Desobedecer mis pensamientos de condena a través de La Pausa y la meditación.

La condena es un hábito aprendido y todo lo que se aprende se puede desaprender. Por regla general si tengo mucho tiempo practicando un hábito, va a tomar más tiempo practicar algo diferente, por eso requiero disciplina y consistencia. A continuación paso a explicar con más detalle cómo practicar estas estrategias

1) Rendir mis certezas o “yo no sé eso”: Podemos empezar incluyendo una pregunta en el Inventario Diario del Décimo Paso. Algo como “Hoy ¿tuve oportunidad de rendir mis certezas?”

Pero quizás lo más eficiente para adquirir la habilidad de rendir las certezas es estar atenta a los pensamientos de condena cuando se aparezcan para identificarlos y practicar el mantra “yo no sé eso”. Funciona así, supongamos que me imagino que la persona que me hizo daño se salió con la suya y debe andar por ahí feliz, la técnica consiste en inmediatamente cortar ese pensamiento y responder (mentalmente o en voz alta si fuera posible) “Yo no sé eso”.

Y este es el truco: No hace falta que yo crea que no sé eso, basta que tenga la voluntad de repetir la frase para manifestar mi compromiso de rendir mis certezas. De inmediato vendrán voces a ridiculizar estas acciones y allí es que es interesante la segunda estrategia.

2) Identificar y negociar con la voz condenadora: En “Las voces o yo no soy lo que pienso”, “Negociar con las voces secuestradoras” y “Las Voces, Shenpa y la Novela” he hablado de la estrategia de des-identificarse de ciertos pensamientos diferenciando y nombrando voces en mi pensamiento. Hay quien nombra la voz de su adicción, pero para mí, es más como un equipo. No voy a elaborar mucho sobre esto porque ya lo he discutido en otros posts. Baste decir que para mí “Marta” es la voz que siempre está condenando a otros y a mí misma. Cuando me habla, le puedo contestar “Gracias por el feedback y las sugerencias, Marta, pero no estoy practicando condena.”

Con frecuencia me gusta recordar el humor de Pema Chodron, la monje de budismo tibetano quien sugiere decirnos a nosotros mismo algo como: “Te tengo en la mira, voz . Te reconozco. Todos estos años, tú solamente me has metido en problemas pero yo ahora ¡no te acompaño en esto ni un poquito!” algo así que tenga algo de humor incluido. O decirle: “Yo siempre te creía y te acompañaba en tus juicios, pero he empezado a darme cuenta de ¡jum! sólo me traes problemas.”

Identificar lo que uno está pensando no es intuitivo o natural para todo el mundo, lo cual hace interesante la tercera estrategia.

3) Desobedecer mis pensamientos de condena a través de la Pausa y la Meditación. Probablemente sea el malestar – la aparición de ciertos sentimientos difíciles- lo que permita que me dé cuenta el contenido de lo que estoy pensando. Si he estado practicando la meditación consistentemente llegará un momento que lo que pienso no será “el jefe”, por ejemplo, tengo un pensamiento de urgencia para parar de meditar y ver qué está haciendo mi gata, en lugar de obedecer, “miro” el pensamiento, y continúo respirando y en meditación. Por eso es tan importante que las meditaciones sean cronometradas, porque lo único que indica el final de la meditación es la alarma. Esta disciplina hace posible la práctica de la Pausa como la sugiere el Libro Grande de AA, en su página 87:

“A medida que transcurre el día, hacemos una pausa si estamos inquietos o en duda, y pedimos que se nos conceda la idea justa o la debida manera de actuar. Constantemente recordamos que ya no somos el director del espectáculo, diciéndonos humildemente a nosotros muchas veces al día: “Hágase tu voluntad.” Entonces corremos menos riesgos en lo que concierne a nuestros nervios, tener miedo, ira, preocupación o tomar decisiones disparatadas. Nos volvemos mucho más eficientes. No nos cansamos con tanta facilidad porque no estamos desperdiciando energías tontamente, como lo hacíamos cuando tratábamos de hacer que la vida se amoldara a nosotros. Funciona realmente funciona.”

Compartir

Publicaciones Relacionadas