Trámites Detestables y Tareas Espirituales

Cuando uso la auto-crianza, mis diligencias y problemas se vuelven tareas espirituales para reconocer la Creatividad Divina.

Maru, estoy trabajando en mis programas de Sub-remunerados Anónimos junto con CoDA y Alanón. Mi baja autoestima y mis creencias de no merecimiento aprendidas en un hogar alcohólico me tienen viviendo en condiciones lamentables. He acumulado cosas que no necesito, gasto dinero de mala manera, no ahorro para lo que es importante y encima tengo diligencias que hacer con bancos y oficinas de gobierno que se vuelven más difíciles mientras más las pospongo.

Ahora es peor con la pandemia porque todo es online y tengo en las llamadas me dejan esperando por más de media hora para pasarme a otro departamento. Mi perfeccionismo me paraliza y aunque le pido a mi Poder Superior que me apoye, no he logrado resolver lo mínimo ¡Estoy desesperada! ¡Ayuda!

Lili (Soy venezolana como tú) en Perú

Gracias, Lili. Tu pregunta es algo complicada para mí porque no pertenezco al Programa de Sub-Remunerados y sé que no entiendo profundamente las compulsiones que te han llevado a lo que describes. Dicho de otra manera, no le puedo mostrar a un alcohólico como dejé de beber o a un jugador compulsivo cómo dejé las apuestas porque no soy alcohólica o adicta al juego. Si yo fuera tú, dirigiría esta pregunta a mi madrina o padrino de Sub-Remunerados así como a mi red de recuperación en ese programa pues ellos seguramente han trabajado los Pasos y usado herramientas espirituales específicas para resolver situaciones similares.

Dicho esto, como codependiente, conozco bien la experiencia del perfeccionismo y la vergüenza tóxica relacionada con diligencias y trámites. De hecho, parte de mi respuesta la estoy copiando de algo que escribí hace poco a una compañera en recuperación de CoDA.

Como en todo programa de 12 Pasos, contamos con la Oración y la Meditación así como la Auto-Crianza, Herramientas de Recuperación muy útiles para casos así. Entonces, para mí, lo primero es hablar con mi Poder Superior como lo reconozca cada momento. Le pido su ayuda con todo mi corazón, le explico que no tengo las fuerzas aunque sé que la Inteligencia del Universo sí tiene la manera. Me gusta concluir con una plegaria como “En este momento, te entrego mis problemas y me entrego a Tu Fuerza Creativa. Que yo haga Tu Voluntad y no la mía.”

Después me gusta recordarme el lema “Soy responsable por el esfuerzo, no por el resultado” y antes de ponerme manos a la obra, me motivo a meditar para tratar de estar presente (y no en mis miedos) y poder ver lo que Dios me indique. Si pones la palabra “meditación” en la búsqueda de este blog encontrarás varias sugerencias prácticas.

Déjame darte un ejemplo de mi historia, Lili. En una ocasión yo estaba lidiando con una cuenta de hospital por una emergencia que tuvo mi esposo quien se desmayó dos veces antes de salir al trabajo (parte de esta historia junto con algunas sugerencias prácticas para lidiar con la vergüenza tóxica la pueden ver pulsando aquí)

Vivo en Estados Unidos y todo el mundo me había dicho que usara la emergencia del hospital solamente para algo de vida o muerte. A mí me pareció que dos desmayos calificaban y en mi país las emergencias de hospital son gratis, por eso ignoré la advertencia a pesar de las protestas de mi esposo que es estadounidense y sí sospechaba en lo que nos estábamos metiendo.

El problema de salud resultó ser una tontería debido a la conjunción de varias casualidades. Una “tormenta perfecta” (gracias a Dios) pero un par de días hospitalizado y los exámenes que hicieron resultaron en una cuenta de miles de dólares que el seguro no cubría. Me sentía fatal porque luego supe que si hubiéramos ido a Urgencias (en vez de la Emergencia) quizás habría sido una cuarta parte del gasto, pero para entonces no sabíamos eso. Así que practiqué lo que te recomiendo, Lili. Cuando llegó la cuenta por correo, primero lloré, acepté mi impotencia y luego hablé con mi Jefe (como me gusta llamar a Dios). Le dije cómo me sentía y me fui a meditar.

De seguido, me dispuse a practicar gratitud con apreciación, así que llamé por mi móvil a una compañera de CoDA y me centré en lo que apreciaba de la situación:

– Aprecio que mi esposo está bien y la emergencia resultó ser un problema menor.

– Aprecio que lo atendieron rápidamente.

– Aprecio que tenemos buen crédito y podremos pagar aunque nos endeudemos.

– Aprecio que, hasta ahora, no tenemos deudas.

– Aprecio que tengo un programa que me permite sentir sin que mis sentimientos me maten o me paralicen, etc.

– Aprecio que cuando no se me ocurre nada para lidiar con mis sentimientos siempre puedo llamar a alguien en recuperación que me recordará lo que olvido.

Estaba en eso cuando el teléfono de la casa repicó. Siguiendo una intuición, me despedí y atendí la llamada. ¡Era el departamento de finanzas del hospital! Querían saber cómo íbamos a pagar. Le pedí un momento a la persona que llamó y oré nuevamente “Dios, ayúdame. Habla por mí y que el resultado sea para el mayor bien.” Entonces retomé la llamada y le expliqué a la administradora que yo no tenía empleo y que me gustaría saber si había planes de financiamiento.

Para mi sorpresa, la empleada me dijo que calificábamos para un programa de ayuda y que nos harían un descuento del tercio de la cuenta. El resto lo podríamos pagar en 12 meses, sin intereses. Ni siquiera me pidió prueba de mi desempleo ¡Con razón dicen que la fe es disposición más evidencia!

Este cuento ilustra bien el principio espiritual de que “Dios trabaja en el territorio de lo que yo no sé que no sé” ¡Ni siquiera sabía que el hospital tenía programas de pago para personas desempleadas! Además -como trabajo como escritora y tiempo completo con los 12 Pasos- aunque no tenga un salario, no me considero desempleada. Sé que las palabras que usé me llegaron de Dios porque no era algo que yo supiera que podía pedir.

Con otras diligencias, que requieren actuaciones que veo con desgano o desesperación, me resulta útil la Herramienta de Auto-Crianza. Apelar a la creatividad es clave pues Dios es creación. Entonces considero las necesidades de mi “niña interior”.

Para mí funciona así: cuando mi “niñita Maru” está horrorizada con las diligencias de las que debe ocuparse, mi Poder Superior la autoriza, en cambio, a jugar. El “Juego de la Oficina” consiste en que limpio un lugar en el que pueda organizarme y voy poniendo los papeles y cosas que tengan relación con mi trámite. Si tengo, uso resaltadores, lápices bonitos, carpetas, clips de colores y una libretica para anotar datos, números de caso e información así. Nuevamente, practico gratitud y apreciación porque tengo esos objetos de oficina, un teléfono y libros que leer mientras espero en esas llamadas que te dejan esperando por largo rato. Entonces me pongo ¡manos a la obra! como si fuera un juego.

En otras ocasiones (si por ejemplo no tengo los utensilios de oficina porque, en mi caso, tengo un desorden horroroso) imagino que soy mi asistente (muuuy competente) y le digo a la “Sra. Maru” que no se preocupe que yo le resuelvo todo, le organizo ese desastre y le encuentro la información que necesita. Cuando veo mi problema como si fuera el de una jefa (y no mío) buena parte de la intensidad de la vergüenza tóxica se evapora y me hacen gracia los problemas:

– ¡Esa Sra. Maru acumula papeles que no necesita! Después se desespera por el desastre. Le voy a crear un sistema para que recicle fácilmente.

– ¡Qué desorden de oficina! La voy a arreglar, encerar el escritorio y poner una matica para darle una sorpresa a la Sra. Maru.

Otro ejemplo, si me están cobrando una penalidad porque no me ocupé a tiempo del problema, hago las llamadas y (en mi cabeza y corazón) lo hago para resolverle lo mejor que se pueda el problema a la “mi jefa” a quien aprecio mucho. Llamo a este juego “Señora Maru” y me ha ayudado a resolver muchas cosas que en principio consideraba odiosas y, por tanto, trataba de evitar.

Como “asistente imaginaria” organizo, tomo apuntes y juego a “la oficinita” como cuando estaba niña. Generalmente la paso bien y mi buena vibra atrae la buena vibra de quienes me atienden en los trámites. En vez de desesperarme porque me dejan esperando en una llamada, aprovecho para hacer algo placentero para mí como leer, pintar mandalas, ver videitos que me mandan -de esos que nunca tengo tiempo de ver- hacer ejercicios de terapia física y cosas así.

Si se trata de una diligencia en la que es posible que me hagan ir de una oficina a otra (me pasa mucho en Venezuela) me pongo ropa cómoda, zapatos deportivos, hago estiramientos antes de salir (para mejorar la flexibilidad física y emocional que quizás necesite), empaco un buen libro y me dispongo a apreciar el ejercicio y el tiempo de espera.

En mi último viaje, por cierto, tuve una dificultad seria con mi pasaporte y ¡bendito Dios! llamé a una compañera de CoDA -a quien aprecio mucho- para avisarle que no podía verla por la diligencia. Ella, en cambio, se ofreció a acompañarme y ¡fue de mucha ayuda! Hablamos horas interminables mientras esperábamos por el sinsentido de la burocracia. Hoy, no recuerdo el mal sabor del trámite sino las profundas conversaciones que tuvimos.

Nuevamente, en la creatividad -en esas sorpresas que me llegan sin yo siquiera pedirlas- reconozco a Dios y entonces, ya mis diligencias no son esos agujeros tenebrosos de los que trato de alejarme. Son oportunidades para reconocer la Creatividad Divina.

Los ejemplos que presento, Lili, son muy específicos de mi experiencia pero sé que todo problema -por difícil que parezca- tiene una respuesta espiritual y sin duda es una nueva oportunidad para desarrollar cualidades espirituales como la paciencia, la no condena, la excelencia (en vez del perfeccionismo), la fe, la autocompasión, etc.

Y casi siempre, cuando miro hacia atrás, me doy cuenta de que estas diligencias y trámites no eran problemas ¡eran tareas espirituales!

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