Hola Maru, mi nombre es Elisa y me gustaría consultarte lo siguiente. A mi esposo le gusta mucho quejarse por todo y eso me irrita. Siempre tiene dolor de algo, generalmente es la cabeza y le pasa cuando tiene que decidirse, actuar y enfrentar algún problema que requiera firmeza de carácter.
Aunque trabajo el programa de CoDA asiduamente y trato de no centrarme en los defectos de mi esposo, debo reconocer que su eterna quejadera me vuelve loca. Ya no sé cómo decirle que, si él enfrenta la situación, el malestar se le va a quitar. Si tú fueras yo, ¿Qué harías para resolver esto?
Elisa, guatemalteca en Iowa.
¡Gracias, Elisa! Una de las formas como yo reconozco a mi Poder Superior es a través de conexiones que nos hacen identificarnos en nuestros dilemas y que también nos unen en la solución. De seguido – y con tu permiso- te conecto con Gabriela quien tiene una respuesta muy hermosa resultado de su experiencia trabajando el Programa de CoDA.
Hola Elisa, gracias por tu pregunta. Mientras la leía, me vino en mente una anécdota sobre entregar las cosas al Poder Superior y la evidencia irrefutable de que se hace cargo.
Cuando hice mi Octavo Paso en CoDA, había entre mis resentimientos uno que me causaba especial incomodidad. Resulta que había contratado a un abogado para iniciar una demanda a una institución que me estafó. Como tú, vivo en un país como extranjera y por eso estaba convencida que no encontraría al típico amigo que conoce a un profesional que es lo máximo en la materia, como me imagino hubiera pasado en mi patria.
Así que hice lo mejor que pude con mi limitada humanidad: elegí al azar a un abogado que tenía su bufete relativamente cerca de mi casa. Nos reunimos un par de veces, le di la documentación que tenía para comenzar con el proceso y quedamos que comenzaríamos en breve.
El tiempo pasó y no tenía noticias, ni una llamada o un mensaje ¡nada! La angustia iba creciendo. Por más que lo intenté, no pude contactar más a este abogado.
Con respecto a esto, mi madrina me sugirió una enmienda que consistía en revisar una literatura que me ayudaría a entender que el proceder de esta persona no era especialmente dirigida hacia mí y, sobretodo, me ayudaría a soltar una situación sobre la que no tengo control.
A la semana de haber comenzado la lectura, se me ocurrió llamar al hombre a ver. No contestó. Le mandé un mensaje indicando que le había llamado y tampoco contestó. Me molestó pero, antes de caer en los patrones de codependencia, elegí calmarme y aplicar la técnica que te explico más adelante (está abajo escrito en rojo) para entregar mis problemas a mi Poder Superior.
Lo hice por dos minutos exactos y eso me permitió dejar el tema de lado. Seguí con mi día sin obsesionarme con el problema. En la tarde, unas seis horas después de mi “entrega”, suena el teléfono y para mi sorpresa era el abogado para citarme al día siguiente, a una hora conveniente para mí. Ni siquiera tuve necesidad de pedir permiso en el trabajo y -te cuento más- en la cita me hizo un descuento fantástico que no tenía pensado pedir y decidió no cobrar por las acciones anteriores. Esto es un pequeño esbozo de cómo resuelve las cosas mi Poder Superior cuando le entrego mis cargas.
Ahora bien, con respecto a tu pregunta, el primer paso es que has reconocido que estás centrándote en los problemas de otra persona. El segundo punto importante es que tú no sabes a ciencia cierta la causa real de su dolor de cabeza. Aunque la causa fuese la que tú crees, es una situación que no te toca resolver porque sólo puede hacerlo él con sus recursos ya que, se trata de su aprendizaje y no del tuyo.
Establecido a quién le toca qué parte, vamos a lo que yo haría. Si yo fuera tú, me haría consciente de lo que me indica este dilema. Quizás vería que es una invitación a hacerme cargo de mis sentimientos y percepciones en lugar de ocuparme de centrarme en la vida de otro (así sea mi esposo).
En los momentos de máxima incomodidad frente a su queja, me conectaría con mi Poder Superior a través de un ejercicio de respiración/meditación. Comienzo inhalando mientras cuento hasta cuatro, retengo el aire en los pulmones mientras cuento hasta cuatro de nuevo y finalizo exhalando durante la cuenta de cuatro. Repito hasta completar al menos un minuto.
Una vez estabilizada la respiración, le entregaría con sinceridad mi malestar a mi Poder Superior reconociendo que soy impotente ante los sentimientos de frustración, rabia, incomodidad o lo que sea que me genere la necesidad de queja de mi marido y le pediría a mi Poder Superior que guíe dulcemente mi pensamiento y mis emociones hacia la serenidad y la tolerancia recordando el profundo amor que me une a mi marido.
Seguiría respirando un poco más mientras disfruto de la comunión con mi Poder Superior y le entregaría todo con una versión de los tres primeros Pasos: “Yo no puedo. Tú sí puedes. Te lo entrego”. Acto seguido, volvería a mis actividades con la seguridad de que he hecho lo mejor que he podido para el mayor bien.
Cuando la práctica de entregar las situaciones al verdadero Poder se vuelve parte de nuestro día a día, empezamos a vivir las Promesas del programa. La clave es que confiamos en que la solución será siempre la más amorosa para todos.