Enero está terminando y me doy cuenta con tristeza e impotencia que he escrito muy poco y que no he publicado ni siquiera un post este mes. El “músculo de mi programa” viene a mi rescate. Puedo comenzar mi día en cualquier momento. Puedo retomar mis prácticas espirituales en cuanto las ponga como prioridad y puedo ocuparme de mí y de lo que me hace feliz apenas me doy cuenta de que me he alejado de mi verdadero ser.
Las voces en mi cabeza tratan de persuadirme de lo contrario: tengo una cita en media hora y trabajo toda la tarde en el café. Mi casa está patas arriba con manchas en la alfombra de la diarrea de mi perra. Me siento culpable por haberla dejado mientras viajaba, ahora que está enferma. Hay papeles y cosas que organizar por doquier.
Una vez más, me he comprometido a hacer más de lo que humanamente es posible. Maletas de viajes apurados, abrigos y tareas pendientes por doquier. La entrada de mi casa es una fea mezcla de nieve sucia, correo y manchas de sal de la que usan para disolver el hielo.
El caos y la suciedad me hacen sentir en peligro. Mis estudiantes de la universidad tienen un examen y ¡claro! ahora quieren resolver en una semana de lo que no se han ocupado en un mes. Estoy atrasada con el email, las tareas online y tengo llamadas pendientes. Mi trabajo en la cafetería, precisamente esta semana, ha sido a diario y el clima (nevando constantemente y con hielo por todas partes) hace difícil caminar en la calle o manejar, obligándome a tomar tiempo extra para el más mínimo traslado.
Es tiempo de respirar profundo, aceptar lo que no puedo cambiar y ocuparme de lo que puedo. La Oración de la Serenidad:
Dios concédeme la serenidad
para aceptar lo que no puedo cambiar
valor para cambiar lo que puedo
y sabiduría para reconocer la diferencia.
Cuando comencé en programas de 12 Pasos, solía ver la oración de la serenidad con recelo ¡yo sabía que había una trampa! Para discriminar de lo que me debo ocupar, necesito una sabiduría que yo sé que no tengo, si juzgo por los resultados que obtengo cuando trato de organizarme.
Ahí es cuando mi recuperación se vuelve interesante. Una vez que admito que no tengo el poder, mi único trabajo es conectarme con ese poder. Para mí esa conexión regresa con la pausa, la respiración profunda y la oración. Mi objetivo es acallar las voces que me dicen “Haz, haz, haz, apúrate, apúrate, vas a quedar mal, no hay suficiente tiempo, tú eres caótica y horrible. Todo esto es un horror y no tiene ningún sentido”.
Una vez que negocio con mis secuestradoras, las voces, estoy en posición de hacer algo diferente, como meditar o sentarme a escribir este post. Mi objetivo no es cambiar mis sentimientos de impotencia, sino compartir mi experiencia que quizás pueda ser útil a otros. Como dice el Libro Grande: funciona, realmente funciona.