Las voces o “yo no soy lo que pienso”

La mente no para de pensar. Es su trabajo ¿Qué hacer con pensamientos tóxicos y contrarios a la serenidad?
Ilustración de Aureliano Contreras

Como mucha gente, yo solía creer que:

  • Soy responsable por lo que pienso y
  • Lo que pienso es cierto.

El problema con estas dos premisas es que:

a) Mis pensamientos vienen sin invitación

b) A menudo lo que pienso no es verdad pues viene de percepciones distorsionadas y

c) A veces tengo pensamientos contrarios al amor y la serenidad porque, por ejemplo, son crueles (hacia mí o hacia otros), catastróficos, adivinatorios de lo que otros piensan o sienten, etc.

La mente no para de pensar. Es su trabajo ¿Qué hacer con pensamientos tóxicos y contrarios a la serenidad? La meditación que practico (Meditación silenciosa) es un ejercicio para volverme la “observadora de mis pensamientos” . También me ayuda a ver mis pensamientos como algo diferente de mí y no como mi director o filtro de la verdad (se puede leer más sobre esto en Prácticas para dejar de condenar).

Pues bien, la novela que estoy escribiendo en español viene de una idea que me ha visitado repetidamente y que he escuchado y leído por ahí. Se trata de “las voces” que materializan nuestro pensamiento, filtran nuestras percepciones y gobiernan nuestros sentimientos.

Hay quien dice que esas voces son un reflejo de lo que escuchamos repetidamente en nuestra infancia bien sea dirigido hacia uno o no. Por ejemplo, si cuando cometía un error o tenía un accidente alguien me insultaba, o en situación parecida veía a mi madre auto insultarse, es muy posible que esta manera de reaccionar -o algo equivalente- reaparezca en mi cabeza cuando cometo un error o tengo un accidente.

Un ejemplo extremadamente simplificado sería la niña que se le derrama la leche y la madre se enfurece y la llama “idiota”. O bien la niña que presencia repetidamente cómo la madre se llama a sí misma “idiota” cuando algo sale mal. Cuando a esta niña como adulta, digamos, se le pasa la mano con la sal cocinando es posible que se insulte verbal o mentalmente (“¡qué idiota soy!”) y sienta instantáneamente una vergüenza exagerada. Ese pensamiento de auto maltrato viene de una voz culpabilizante que con paciencia y meditación puede llegar a discriminarse e incluso, como he hecho yo, nombrarse: ¡Ah! ¡Esa es la voz de Marta!

Las voces se manifiestan en defectos de carácter como el juicio implacable o la crueldad aunque también hay voces positivas, de las que hablo en El crítico Interno y las Voces Positivas.

Para seguir el ejemplo, si a fulana se la pasa la mano con la sal el pensamiento puede venir como “qué idiota es fulana” . Ahora viene lo bueno, si logro identificar ese pensamiento como una voz separada de mí, que viene a mí pero no soy yo, puedo renunciar a la autoría, no creérmelo y, con suerte, cancelar su efecto. Para mí funciona como un mini dialoguito mental así: “Shhh Marta. Estoy ocupada. Silencio, por favor.”

No es algo que se dé sin práctica porque, como he dicho, las voces hablan en primera persona (“yo: soy, tengo, hice”, etc.). El trabajo, al discriminarlas, es volverlas algo que está en mí pero que al no ser yo lo puedo entender en tercera persona (ella o él).

Por esta misma razón, conozco gente a quienes no les funciona esta técnica, porque, por ejemplo, crecieron con un adulto esquizofrénico y lo de las voces se parece mucho a la loquera de casa. En mi experiencia, cuando la gente considera usar esta técnica. una voz toma el comando con gran resistencia, algo como “Qué tontería eso de las voces”.

Por lo que he visto la voz más popular y fácil de identificar es la voz del miedo. Yo a ésa la llamo “Carola” y me he dado cuenta de que, para mí, es muy rápida en transformar el miedo en plan de acción: “voy a llamar (investigar, escribir, poner un límite, formar un lío, renunciar, etc.)”. Generalmente si no la identifico antes de pasar a la acción, actúo de manera compulsiva – codependiente. Por eso el lema “Todo puede esperar” ha sido tan útil, cuando de recuperación se trata.

Finalmente, quiero dedicar este post a Marlyn, una compañera en recuperación, quien, al principio, resistió ferozmente la idea de las voces pero a la larga, con su gran inteligencia y ganas de saber, enriqueció en cierto momento mi comprensión de cómo funcionan las voces.

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