La pausa y el “detallito” del Poder Superior

A medida que transcurre el día, hacemos una pausa si estamos inquietos o en duda, y pedimos que se nos conceda la idea justa o la debida manera de actuar. Constantemente recordamos que ya no somos el director del espectáculo, diciéndonos humildemente a nosotros muchas veces al día: “Hágase tu voluntad.” Entonces corremos menos riesgos en lo que concierne a nuestros nervios, tener miedo, ira, preocupación o tomar decisiones disparatadas. Nos volvemos mucho más eficientes.

El Libro Grande de AA (Alcohólicos Anónimos) da indicaciones muy simples. Una de las que más uso se conoce como “la pausa” y tiene mucha conexión con las destrezas que desarrollamos con la meditación  de la que he hablado antes.
En su página 87, El Libro Grande recomienda:
“A medida que transcurre el día, hacemos una pausa si estamos inquietos o en duda, y pedimos que se nos conceda la idea justa o la debida manera de actuar. Constantemente recordamos que ya no somos el director del espectáculo, diciéndonos humildemente a nosotros muchas veces al día: “Hágase tu voluntad.” Entonces corremos menos riesgos en lo que concierne a nuestros nervios, tener miedo, ira, preocupación o tomar decisiones disparatadas. Nos volvemos mucho más eficientes. No nos cansamos con tanta facilidad porque no estamos desperdiciando energías tontamente, como lo hacíamos cuando tratábamos de hacer que la vida se amoldara a nosotros. Funciona realmente funciona.”
El detallito ¿a quién se refiere el libro con “tu voluntad”? ¿La voluntad de quién?
La simplicidad del libro es contundente. Se refiere a un Poder Superior como cada quién lo entienda -o mejor- como cada quien lo reconozca.  Algunas personas, llamamos a ese Poder Superior con un genérico “Dios” porque es simple y la simplicidad se ha convertido en un valor de gran importancia.
Justamente, la recuperación elimina la asociación entre el Poder Superior e ideas patriarcales, dominantes, vengativas, crueles o juzgadoras que con frecuencia provienen de religiones y creencias familiares.
Conozco a alguien que no sólo se declara ateo sino también irremediablemente lógico. Él dice que, en tanto problema lógico, es imposible probar tanto la existencia de Dios como la no existencia de Dios así que la discusión es inútil. Para él, su poder superior es la combinación de cuatro valores fundamentales de su vida: verdad, belleza, justicia y bondad.

Él, como yo, para simplificar llama a este poder superior “Dios” y así le sirve.
Una amiga me dijo un día. “No es complicado Maru: Dios existe y no eres tú”. Sólo aceptar esto basta para invocar esa Inteligencia, Intuición, Serenidad, Providencia, Universo, Sabiduría Interior o como cada quién quiera etiquetar las fuerzas espirituales o trascendentes (en singular o plural) que aprendemos a reconocer como parte de toda la Creación.

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