La meditación o yo no soy lo que pienso

Invertido3
Meditación con asiento invertido.

La meditación ofrece una manera muy sólida para volverse “observador de los pensamientos” en lugar de “esclavo” de ellos. Es parte principal en la recuperación de cualquier adicción o pensamiento obsesivo-compulsivo. Y no me refiero solamente a alcohólicos y drogadictos, sino gente como yo codependiente y comedora compulsiva e incluso para aquellos obsesionados por algo: la TV, los celos, la religión, el trabajo, pornografía, Facebook, un jefe, los mensajes de texto, la política, etc.

En los programas de Doce Pasos la meditación es parte del onceavo paso y para mí se ha convertido en una práctica diaria. Hay incontables formas de meditar y no hace falta mucha preparación para comenzar sino algo mucho más difícil: intentarlo consistentemente hasta que se vuelva un hábito.

Yo medito diariamente así. Al levantarme, después de ir al baño y beber dos vasos de agua, desconecto el teléfono, pongo algo que mida mi tiempo (como el microondas o un reloj de arena) y me siento a respirar profundamente determinada a no seguir ninguna de las historias que mi cabeza me propone.

Fallo 9.9 de 10 intentos pero durante ese tiempo sigo intentando ver mis pensamientos como algo que viene a mí pero que no me gobierna.

Cuando necesito enfocarme, vuelvo a la respiración y pienso “Creo en Dios” cuando inspiro y “Dejo ir” cuando expiro. Cada vez que me dejo llevar por los pensamientos, apenas me doy cuenta, me enfoco más en respirar profundamente… hasta que viene otra historia, una crítica, el recuerdo de algo que quiero hacer o algo que se me olvidó, incluso una inspiración o algo que hacer ¡inmediatamente! y se me olvida que estoy meditando. Me doy cuenta y vuelvo a enfocarme inspirando y expirando.

Esto lo repito hasta que se acaba el tiempo que generalmente percibo como interminable. A veces me ayuda “sentarme invertida” con la espalda en el piso y las piernas en el asiento, como se ve en la ilustración.

Comencé a meditar diariamente hace tres años con una rutina de 3 interminables minutos, pasé a 5, luego 10 y ya voy por 20 minutos. A veces incluso, cuando mi día va incontrolable o ando quisquillosa o amargada, “recomienzo” mi día con una meditación.

A estas alturas, ya comienzo a verme como la observadora de mis pensamientos pues yo no soy lo que pienso. Continúo meditando porque he visto los beneficios de no obedecer ¡todo lo que pasa por mi cabeza!

Compartir

Publicaciones Relacionadas