
La gratitud es una de las herramientas espirituales más poderosa que conozco. Las instrucciones de cómo la practico me llegaron por una casualidad o -como le gusta decir a una amiga- por una “dioscidencia” o coincidencia de Dios: encargué un libro, me llegó otro con un título chocante y, aun así, decidí leerlo.
En este libro Melody Beattie propone un método muy sencillo para un experimento espiritual de 40 días. ¡Está bien!… lo voy a decir. El libro se llama “Haga milagros en 40 días”. A pesar de mis prejuicios, este libro me enseñó cómo usar un analgésico emocional muy efectivo: la gratitud.
En tiempos de soluciones instantáneas e inspiraciones de Facebook, casi todos hemos oído hablar de la gratitud. Pues resulta que para quienes nos gusta el ángulo científico, Brené Brown en sus investigaciones sobre gente entusiasta, auténtica y creativa confirma los poderosos efectos de la gratitud como práctica, es decir, como actos de decir, escribir o compartir -y no solamente “pensar”- la gratitud.
Hay quien, por ejemplo, comparte sus gratitudes en la mesa con la familia. También sirve escribirlas en un diario o, como en el experimento del libro, mandarlas por email durante 40 días a alguien que nos acompañe en la experiencia.
Yo practico mi gratitud en mi inventario (una revisión espiritual diaria, parte del Décimo Paso) y además cuando puedo ayudar a alguien que sufre desánimo o desesperación excepto que se trate de un duelo.
Agradecer por lo positivo no necesita instrucciones pero en “Haga milagros…” Beattie nos invita a dividir las experiencias por lo que sentimos hacia ellas y a expresar gratitud POR TODO sea que nos guste o no. A continuación, esquematizo los beneficios de la gratitud como la he explicado.
Cuando agradecemos:
• lo que NOS GUSTA desarrollamos APRECIACIÓN. Por ejemplo: “Agradezco mi jardín que me gusta mucho”
• lo que NO NOS GUSTA aprendemos ACEPTACIÓN. Por ejemplo: “Agradezco que no dormí suficiente y eso no me gusta”
Alguna gente piensa que es insincero agradecer algo que no nos gusta, pero Beattie explica que no estamos diciendo que nos sentimos agradecidos, sino que estamos agradecidos y esto se manifiesta con la palabra.
Cuando agradecemos lo que no nos gusta, implícitamente decimos “No me gusta lo que la vida me ofrece con esto (por doloroso, desagradable, injusto, deshonesto, etc.) pero confío en puede ser transformado en algo bueno, compasivo y amoroso.” Así, la gratitud se vuelve acción de fe.
A continuación, guías para practicar gratitud:
a) No agradecemos por el futuro (que ignoramos).
b) No agradecemos por tragedias (como un terremoto o la muerte de alguien, aunque podemos agradecer, por ejemplo, la solidaridad alrededor de la tragedia) y
c) No “adivinamos” las lecciones de lo que no nos gusta. Por ejemplo; “Agradezco que mi trabajo no me gusta” y nos abstenemos de agregar “porque me enseña paciencia” pues esta explicación es una forma de adivinar el futuro.
Practicando la prédica, concluyo agradeciendo a mi hijo por la ilustración que me gusta mucho.