La Compasión Difícil

Ilustracion de Aureliano Contreras

La compasión debe ser uno de los sentimientos más difíciles de experimentar. En su audiolibro La Ciencia de la Compasión, Kelly McGonigal explica que esto se debe en parte porque para sentir compasión primero debemos conectarnos con el sufrimiento para luego transformar estos sentimientos penosos y difíciles en pensamiento o acción de bondad y generosidad en lugar de la natural necesidad de protección y evasión.

Hace unos pocos días, en el café en el que trabajo, llegó un joven que pensé era un empleado de esos que meten los carritos de mercado desde el estacionamiento. El muchacho en cuestión, me pidió un vaso de agua y cuando le pregunté si lo quería con hielo, quizás desconfiando de mi atención, me preguntó si tenía que pagar algo. Le dije que por supuesto que no y le pasé un agua servida con mucho gusto.

Luego me entretuve con el trabajo y no volvía a notar su presencia hasta que vi a mi jefe diciéndole algo ásperamente. Apenas tuve chance de ver al joven muy ruborizado que salió rápidamente con la mirada baja murmurando algo de lo que solamente entendí “hambre”. Cuando pregunté qué pasó, ella me dijo que el muchacho le había pedido algo de comer con la promesa de que se lo pagaba luego.

– ¿Pero él trabaja aquí en el hipermercado? – le pregunté

– No lo sé y no me importa – me contestó – pero me alegro de que se fuera rápido.

Déjenme aclararles que, aunque me encanta mi trabajo en el café, uno de los principales retos es ver toda la comida que se desperdicia. Durante las mañanas el café se cuela cada 10 minutos y si no se consume, se bota. La leche para el café de la máquina de expresos se bota una vez que se ha calentado, no importa cuánta sea y  muy poca gente mide antes de calentar. Los panecillos, sándwiches y dulces que alcanzan la fecha de expiración se largan a la basura aunque se vean frescos y estén sin destapar. Ni siquiera se donan o se reparten al público como muestras, es obligatorio que se echen a la papelera. Los utensilios, en lugar de fregarse inmediatamente se dejan bajo el chorro abierto hasta que alguien los necesita. Y pare usted de contar.

La respuesta de mi jefe me asaltó como una bofetada y aunque traté de ubicar al muchacho para ofrecerle algo pagado por mí, no lo vi más pues parece que se fue con la velocidad que da la humillación. Los ojos se me llenaron de lágrimas en parte de rabia por la injusticia y en parte de impotencia pues mi jefe se quedó como satisfecha por tener una respuesta que ahuyentara al hambriento. ¿Cómo es posible sentir orgullo por negar un bocado y al mismo tiempo botar la comida sin remordimiento?

Allí pude vivir una de las dificultades más complejas de la compasión: sentirla por alguien que uno enjuicia. La compasión hacia el muchacho fue relativamente fácil, ver alguien con hambre y darle de comer teniendo cómo, eso no es duro. Hacia mi jefe, en cambio, me provocaba comportarme  con la misma crueldad que yo estaba censurando.

Entonces me vino a la mente una meditación de compasión del audiolibro éste, La ciencia de la Compasión: “Ella como yo, está tratando de deshacerse de su sufrimiento”. El mantra repetido mientras respiraba profundamente me calmó y me permitió orar desde mi corazón por todos los hambrientos y desasistidos, incluyendo a quienes yo creo sufren de la gangrena de la negligencia y la indolencia cuando desperdician.

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