La autocompasión ha sido un elemento importantísimo de mi recuperación. Su defecto simétricamente opuesto es la lástima por mí misma. La línea que diferencia la compasión de la lástima es difícil de distinguir y a veces confusa.

La lástima por mí misma es un estado en el que me siento victimizada. Un síntoma de sentir lástima por mí misma es que mis voces interiores son abusivas. Me encuentro diciéndome cosas como “¡Ajá! ¿quién te manda a idiota?”, “Eso te pasa por babosa”, ¿Quién te crees que eres para merecerte algo mejor?” e iniquidades por el estilo. Cuando estoy en el defecto de carácter el sentimiento de dolor por mí misma va acompañado de una sensación de ser víctima y un deseo de culpar a otros por mi sufrimiento.
La autocompasión, en cambio, es un elemento de la herramienta de “autocrianza”. Para no complicarme, me gusta recordar que “autocriarme” se traduce en tratarme (con mis acciones y con mi diálogo interior) como yo trataría a una niña que esté “en problemas” porque, pongamos por caso, esté padeciendo vergüenza exagerada ante un error, dándose cabezazos al no puede mitigar el sufrimiento de alguien que quiere, etc.
Si una niña que me cae bien estuviera pasando por un momento así, yo no la llamaría estúpida, entrometida o pegostoza sino que le hablaría con cariño y con paciencia. Así me tengo que hablar a mí misma. Y entonces los sentimientos de tristeza y miedo no son tan amargos y las compulsiones por evitar el dolor y el vacío (trabajando en exceso, comiendo en exceso, enterrándome en lecturas, Internet o en la televisión) no son tan incontrolables.
La autocompasión me permite recordar qué es mío (mis sentimientos, mis pensamientos, mis acciones, etc.) y qué no es mío (lo que otros piensan, cómo reaccionan, lo que sienten, etc.) y me permite “estarme” en calma con lo mío – especialmente mis sentimientos dolorosos – con la certeza de que no son para siempre. Si necesito llorar, lloro, si necesito descansar me tomo el tiempo para hacerlo, si tengo que decir “no” o “no sé” lo hago desde el amor y no desde el sentimiento de víctima para que otros se sientan mal conmigo.
En Venezuela escuché en las reuniones de CoDA algo que nunca había escuchado en el programa “por estas veinticuatro horas soy mi mejor amiga (o amigo)”. Estas palabras resumen el espíritu de la autocompasión.