Parte de la historia que voy a contar me llegó por email de una ahijada en el programa de CoDA quien me dio permiso para usarla en este blog con el debido anonimato.
Hace un par de días, trabajando en el noveno paso con ella, hablamos de jugar. Mucha gente en programas de Doce Pasos teme el Paso 9 (el de las enmiendas) porque cree erróneamente que consiste en disculpas. En realidad, yo creo que las enmiendas son cambios, ajustes que tomamos para liberarnos del pasado y del miedo al futuro, por ejemplo, a través de acciones que nos ayuden a ser lo mejor que podamos. Algunas de estas acciones son, efectivamente, disculpas, pero para muchos codependientes son, más bien, definición de límites, suspender las condiciones para que ocurran abusos, usar preguntas en vez de adivinanzas, aprender a perdonar, etc.
Pues bien, una vez que esta ahijada y yo llegamos al noveno paso, resultó claro para mí que ella estaba buscando amor, protección y aceptación en lugares equivocados; por ejemplo en relaciones con tipos cerrados emocionalmente o en actividades medio peligrosas que le garantizaban drama. ¿La enmienda para esto? Jugar.
La “dioscidencia” -o coincidencia de Dios para mí- es que hace poco supe del estudio de Stuart Brown sobre la necesidad de jugar. Este investigador comenzó estudiando asesinos en masa, un fenómeno trágicamente corriente entre los norteamericanos. Un asesino en masa es una persona que se van un día con, digamos, una bomba o una metralleta, mata un gentío y se suicida. Pues bien, resulta que Brown encontró que todos las biografías de los asesinos que estudió mostraron que ellos crecieron sin poder jugar.
Los investigadores aún no han definido completamente qué es juego pues se puede considerar juego desde las pretendidas conversaciones entre una madre y su bebé pasando por la lucha libre entre adolescentes, así como los juegos sociales y la práctica de deporte. Algo que sí está claro es que los adultos que no juegan se deprimen más y se sienten ansiosos más fácilmente.
Le pregunté a mi ahijadita sobre juego y como buena codependiente me contestó que está muy ocupada y que prácticamente nunca juega así que, escarbando en la memoria, recordó que le gusta el voleibol. Y he aquí que, siguiendo las indicaciones del Libro Grande, le sugerí que dejara a su Poder Superior (la idea de Dios como ella la entienda) guiarla para jugar más.
Esta mañana, como dije, la ahijada me escribió que reencontró a una amiga que tiene cuatro años sin ver y que la invitó a jugar voleibol. Aunque estoy maravillada, no estoy sorprendida. He visto pasar eso muchas veces después que ponemos intención en las enmiendas.
Para finalizar, quiero repetir la invitación de Brown a repensar el juego en tiempos difíciles (…) yo los alentaría a que hagan a nivel individual, una exploración tan hacia atrás como puedan hasta la imagen más clara, alegre y juguetona que tengan. Ya sea con un juguete, en un cumpleaños o unas vacaciones. Comiencen a construir a partir de esa emoción la forma en que se conecta con su vida actual. Y encontrarán que (…) serán capaces de enriquecer su vida priorizándola y prestándole atención.”
Carrying My Recovery Wherever I Go
Travel, even when it’s joyful, can be disorienting when we are in recovery. The routines that keep us grounded at