Maslow, el llamado padre de la psicología humanista, retomó el mito de Jonás como símil de un patrón de evasión muy común: el miedo a la propia grandeza.
Para los ignorantes como yo en la Biblia, doy mi versión “simple” del mito: Yahveh hizo un encargo a Jonás que éste rehuyó emprendiendo un viaje. El dios de ese pasaje de la Biblia no aceptaba rebeliones y mandó una tormenta al barco en el que Jonás trataba de huir. Aquí no puedo evitar una digresión: una entidad así no me sirve como Poder Superior en mi recuperación. Por definición todo adicto es un rebelde. ¡Nada más faltaba que el Poder Superior que nos va a ayudar no tolere a los rebeldes!
Pues bien, sigo con la historia, los de la tripulación -sospechando que la tormenta era un castigo- aceptaron que Jonás se echara al agua y con eso se calmó la tempestad. Entonces una ballena se tragó al susodicho, vomitándolo luego en tierra firme para que realizara su tarea con un final feliz: Gracias a su mensaje, los contemporáneos de Jonás en Nínive cogieron mínimo y sus pecados fueron perdonados a pesar de que este Jonás tenía sus problemas de iracundia y más de una vez oró para que la región fuera destruida… suena codependiente el señor.
Hay interpretaciones que asumen que tanto la tormenta como la ballena fueron maneras milagrosas de forzar a Jonás a cumplir su destino y esa interpretación de la metáfora me cuadra mejor. La gratitud me ha enseñado a ver cómo los obstáculos y los problemas puedan ser oportunidades de libertad y crecimiento.
Visto de cerca, el temor a tener éxito no es un miedo tan irracional. Tememos tanto las miserias de la envidia, la crítica malsana, los celos, el dolor del fracaso o de cometer errores que evitamos cualquier intento de usar nuestros dones y descubrir qué es lo que de verdad nos apasiona o incluso que podemos ser tremendamente exitosos haciendo algo que nos guste.
Brené Brown, una investigadora de vulnerabilidad y sentimientos de autoconciencia, afirma que el problema de no desarrollar nuestra creatividad va más allá de permanecer a la sombra. Según ella la creatividad inexplorada se vuelve maligna y suele transformarse en ansiedad y depresión.
Yo creo que la creatividad inexplorada se vuelve crítica destructiva. A veces hacia otros que sí están tratando de explorar sus dones y desarrollar sus talentos y con mucha frecuencia hacia uno mismo. No es casual que la gente más destructiva criticando, burlándose y ridiculizando generalmente es gente que crea poco. En cambio, quienes perseveramos en la creatividad (con sus innegables riesgos y dolores de crecimiento) solemos tener atisbos del gozo que nos da el contacto con la Creación o Poder Superior, como se le quiera llamar.