Yo siempre he trabajado con ideas. Por eso soy escritora y “eterna estudiante”, como dice una de mis hermanas. A lo largo de mi vida, mis trabajos (¡incluso los voluntarios!) siempre han tenido que ver con pensar, investigar, estudiar, enseñar, planificar y escribir. Como escritora, ahora trabajo desde casa y no tengo salario.
Hace poco sentí la urgencia de tener un trabajo con salario y, si fuera posible, con énfasis en el esfuerzo físico. Así mis ganas de pensar quedarían más disponibles para mi pasión de escribir. Con ello también libraría mi talento de las presiones de “tener éxito”; una de las sugerencias de Gilbert en Libera tu Magia. Aparentemente el universo dijo “Amén”, digamos, con un toque de humor.
Hace unos días, iba yo con mi esposo haciendo diligencias de navidad y paramos en un hipermercado que queda cerca de donde vivo y en donde solicitaban empleados para la cafetería. Llené la solicitud y en cosa de tres días me aceptaron.
Todo el proceso ha sido increíblemente transformativo, desde la entrevista hasta el entrenamiento intensivo en el que estoy. Y Gilbert no se equivocó, una vez que mi tiempo para escribir ha quedado reducido a un “privilegio”, mi productividad escribiendo se ha acrecentado y ahora estoy obligada a priorizar de una manera que no conocía.
Pero volvamos a mi nuevo trabajo. Durante la entrevista de admisión tuve que reconocer que mi experiencia trabajando con mis manos se resume en las tareas domésticas, que nunca había tocado una caja registradora, que sé que tengo don de gentes y capacidad de servir porque eso es lo que hace un buen profesor (y yo me considero una buena profesora) pero ¡hey! también soy mamá y eso prueba que tengo capacidad de enfocarme y estar a cargo bajo presión. Los jovencitos de recursos humanos estaban tan confundidos con mi currículo que creo que me aceptaron porque no supieron cómo decirme que no.
¡Me encanta mi trabajo! Tengo el privilegio de estar rodeada de café, de conocer más de su uso gourmet, sus posibilidades de preparación y de aprender cómo funciona, tras bastidores, tanto el hipermercado (¡un pulpo de cien cabezas!) y la cafetería.
Por otra parte, mi entrenamiento ha sido toda una experiencia espiritual de humildad. Principalmente para “rendir mis certezas”, aceptar cómo se hacen las cosas de acuerdo con expectativas que para mí no tienen sentido y especialmente en cuanto al desperdicio, un tema que me toca el alma muy profundamente, porque soy venezolana y sé que mucha gente que quiero ahora mismo está sufriendo por la escasez de las cosas que aquí se despilfarran… según me sugiere una de las voces de mi pensamiento.
Ciertamente, este nuevo trabajo también ha sido una gran oportunidad para estar más consciente de mi pensamiento y del “equipo de voces” que lo gobiernan.