Comparar nuestro interior con el exterior de otros

Los medios sociales como espejo son una trampa. Lo que reflejan es tan parcial y mínimo que se vuelve falso por incompleto.

Hace poco, publiqué en los medios sociales un video de mi gata Martina en mi cama con un arbolito de primavera, visible a través de la ventana. Para mi sorpresa, algunos amigos comentaron sobre los colores de las almohadas. Varios expresaron deseos de estar en esa cómoda cama en el lugar de Martina.

Es tentador para mi ego consentir que es así: vivo en un paraíso de colores y primaveras en mi habitación, mi mente, mis relaciones y mi corazón. Gracias a la recuperación de mi codependencia, hay algo de cierto en esto pero – y esto es muy importante – NO ES TODA LA VERDAD. Por eso quiero compartir algunos datos que ilustran el lema que titula este post.

Antes de conocer a Brad, mi esposo, me había prometido que después de mi divorcio ni me casaría de nuevo (¿nunca digas nunca?) y tampoco viviría en otra casa grande. Pues la vida -con su perfecta inconveniencia- me ha propuesto que me casara de nuevo y que viviera ¡además! en donde Brad vivió parte de su primer matrimonio.

Mi casa actual es más grande de lo que necesitamos dos personas y una gata. Requiere más mantenimiento y gasto del que me gustaría y por años traté de encontrar un lugar similar pero más pequeño y económico. La búsqueda me permitió verificar que no conseguiría nada en una zona tan segura y llena de naturaleza como en la que vivo. Así que me quedo aquí hasta que Dios disponga diferente.

A pesar de que la casa es grande, los espacios son compartimentados y pequeños pues fue construida en los ochentas. Además, cuando me vine aquí el lugar estaba abarrotado de muebles y objetos (en mi cabeza pre-recuperación “sobras”) que la ex esposa de Brad había dejado.

Aprender a amar y apreciar esta casa ha resultado de la disciplina de agradecer, mirar con ojos de programa mi realidad y soltar amorosamente mis expectativas. Todo esto lo he aprendido con los 12 Pasos. Por ejemplo, con los colores en la cama, en este momento, tengo dos juegos de sábanas (por los que estoy muy agradecida) aunque tuve que sacar los forros de unas almohadas viejas porque no tenía como poner fundas limpias, tras un accidente con una taza de té.

No me malentiendan. Estoy muy consciente de que lo que tengo es un privilegio enorme y es mucho más de lo que tienen muchos. Lo menciono porque no publiqué videos cuando apretujamos la cama, que compramos haciendo un sacrificio porque, en este momento mi esposo y yo estamos sin salario. La estrechez de mi cuarto no se ve en el video.

Tampoco publico fotos cuando nos damos golpes contra las esquinas porque la habitación es pequeñita. No hay compartires de la dificultad que creó el reguero de té y la escasez de lencería. Mucho menos publico fotos de mis angustias y vergüenza tóxica cuando tengo mi jardín desatendido porque estoy escribiendo. Nada de eso lo comparto en los medios sociales. No creo que mucha gente comparta públicamente tales situaciones.

Y con todo, gracias a la recuperación, he quitado los protectores de mosquitos para disfrutar el espectáculo del arbolito florecido. La belleza que Dios me regala sin mi intervención. Así terminé con un video que me recuerda que lo que veo en los medios sociales es la parte brillante y editada.

Los comentarios de mis amigos me hacen una tierna invitación. Recordar que usar los medios sociales como espejo es una trampa. Lo que reflejan es tan parcial y mínimo que se vuelve falso por incompleto. Hoy me comprometo a no comparar lo que siento con lo que veo de los demás ¡especialmente en fotos y videos de los medios sociales!

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