Sobre mí

Sobre mí

¿Cuál es el secreto?

 

     Desde hace más de una década, he estado compartiendo en charlas los principios espirituales de aplicación cotidiana que han cambiado mi vida. Algunas veces, hablo sobre mi esposo Brad con quien estoy casada en segundo matrimonio desde el 2010.

 

   Es muy curioso el interés que mi relación de pareja despierta en la audiencia y la cantidad de gente que me pide que elabore y detalle cómo lo hago. Cuál es el secreto.

 

     Esto quizás se deba a que -con toda honestidad y el visto bueno de Brad- incluyo en mis relatos lo difícil que fue nuestra relación al principio y lo nutritiva, retadora y divertida que es ahora. ¿Retadora como algo positivo? ¡Sin duda, cuando uno lo ve con los lentes apropiados!

 

     Brad y yo tuvimos primeros matrimonios relativamente largos (él 25 años y yo casi 20) y no nos quedaron ganas. Sabíamos el inmenso trabajo que supone vivir en pareja y el mal sabor que deja la idea de “fracasar”. La vida, sin embargo, tenía otros planes y resultó que nos enamoramos. A pesar del miedo y de nuestras diferencias (él es norteamericano y yo venezolana) nuestro deseo de estar juntos fue más fuerte que nuestra resistencia.

 

     Sin embargo, peleábamos constantemente. No teníamos idea cómo entendernos sin despertar fantasmas y heridas del pasado y enredarnos en dolorosas confusiones. Era desesperante tratar de preservar el amor que sabíamos que estaba allí, luchando por sobrevivir.

 

     De no ser porque en el 2012 encontré respuestas precisas y específicas de qué hacer y cómo practicar principios espirituales en la vida diaria dudo mucho que nuestro matrimonio hubiera sobrevivido. Todo sea dicho, parte de esta claridad ha incluido mi recuperación de la codependencia sobre la cual puede leerse más aquí.

 

La verdadera función de la pareja

 

     Soy lingüista de oficio, formación y vocación. Además, me apasionan la escritura y el entendimiento de las relaciones románticas. A pesar de eso, llegué a mi segundo matrimonio ignorante de principios espirituales que permiten que una pareja funcione y pueda amar intencionalmente, con consciencia despierta.

 

     Por ejemplo, yo ignoraba que el propósito de mi pareja no es completarme y hacerme feliz. Eso le corresponde a mi espiritualidad. En realidad, la pareja tiene la función de rozar heridas fundamentales para que sea imposible ignorarlas. Por eso la vida, que es tan sabia, une a la pareja con lazos que son importantes y difíciles de deshacer.

 

     Las heridas fundamentales son creencias -casi siempre inconscientes- que producen dolor emocional intenso. Ejemplos son el abandono, la invisibilidad, los celos, la traición, el rechazo, la codependencia, etc. Generalmente aparecen en la infancia y se reabren sospechosamente con nuestros seres más cercanos y queridos.

 

     En una charla, alguien me preguntó ¿Cómo saber cuál es mi herida fundamental? a lo cual respondí ¿Estás o has estado en pareja? No hay como una pareja o un ex para mostrarnos qué es lo que más nos duele. He allí una buena pista para descubrir y ¡más importante! reconocer oportunidades para sanar heridas fundamentales, cuando uno sabe cómo.

 

Primero, entender el problema

 

     Las relaciones no son democracias por eso son tan difíciles y nos enseñan tanto. Claro que en la experiencia hay muchos tonos de gris y tenemos influencia en las decisiones de otros, especialmente cuando hay cariño y respeto. Y aun así, si alguien decide terminar una relación no hay votación: Basta que uno quiera para que se acabe.

 

     La buena noticia es que igualmente no tengo que esperar por aprobación y acuerdo si decido intentar algo diferente en mi relación de pareja. Especialmente si ese algo es amoroso y constructivo.

 

     Mi matrimonio con Brad es testimonio de que bastó mi claridad, entusiasmo y método para atraer condiciones de respeto y confianza en las que estamos sanando heridas fundamentales. En otras palabras, si yo cambio, mi mundo cambia. Más aun, mi trabajo con clientes me ha demostrado que la solución siempre comienza cuando se sabe cuál es el verdadero problema.

 

     Sea cual sea la expresión de las dificultades de pareja, he encontrado que el verdadero problema siempre se origina por ignorancia de los principios espirituales que gobiernan las relaciones así como incomprensión de las narrativas que gobiernan nuestras acciones.

 

     A veces creemos que necesitamos comunicarnos más y, en lugar de progresar, nos desgastamos en conversaciones que con frecuencia terminan en peleas, frustración y más resentimientos. En cambio si, por ejemplo, comprendo y me enfoco en los principios espirituales que guían mi relación, puedo hacer cambios profundos y duraderos. O si examino mis narrativas sobre el amor, mi pareja y mis propias capacidades adquiero el poder para crear y atraer conscientemente el amor que necesito. De tal forma que mi mundo y mi felicidad están plenamente en mis manos y en la guía que yo reciba de Dios o como quiera que yo conciba lo trascendente.

 

    Ahora bien, que las prácticas espirituales sean sencillas, no significa que sean fáciles. Lo espiritual suele fundamentarse en paradojas que requieren ayuda para interpretar lo inesperado y motivación para ser consistentes.

 

El papel de las narrativas

 

     Las narrativas son los lentes con los que vemos nuestra realidad. Son las historias con las que damos sentido a nuestras experiencias. La felicidad y capacidad de reparación de una pareja dependen fuertemente de las narrativas que cada miembro tenga de sí mismo, de su cultura y del amor y el romance. Las narrativas también determinan como afrontar y superar los problemas.

 

  Ahora bien, los hechos de por sí no hacen una narrativa, así como los materiales de una ferretería no hacen una casa. En ambos casos es necesario “seleccionar y componer”. Esto resulta obvio cuando comparamos, por ejemplo, las narrativas de una pareja que ha peleado. Casi siempre, son diferentes historias. En el relato de cada participante hay una selección, orden y énfasis diferente que resulta de la forma como cada quien percibe o quiere representar lo que pasó.

 

     En la concientización y creación de nuevas narrativas se conjugan mis pasiones como escritora, lingüista e investigadora de lo espiritual. Al reconocer el papel de las “historias que nos contamos” y su impacto en nuestra realidad mental y emocional podemos descubrir un mundo de sanación y libertad.

 

     Personalmente he verificado lo transformativo que resulta ayudar a mis clientes a “cambiarse los lentes”, esto es, concebir narrativas creativas y espirituales, que redefinen los inevitables retos de la vida en pareja y la sanación de las heridas fundamentales.

 

El ingrediente que faltaba

 

     Volviendo a mi historia, al principio de mi matrimonio con Brad, me faltaba el componente espiritual, que no es poca cosa. Una definición de locura es hacer lo mismo esperando resultados diferentes. En pareja, incurrimos en esa demencia porque no se nos ocurre nada mejor e ignoramos qué es lo que realmente estamos haciendo.

 

     Yo, por ejemplo, no sabía que la espiritualidad es una práctica personal e inmediatamente accesible, con resultados maravillosos si uno sabe qué está buscando y cómo buscarlo.

 

     Curiosamente, he encontrado una ignorancia similar en clientes que tienen una fe sólida y prácticas religiosas consistentes y que, sin embargo, no saben cómo traducir su fe en acciones amorosas y constructivas dentro de la pareja. Personas que aunque tengan una religión reaccionan a ciegas, antes sus dilemas de pareja porque son inconscientes del poder de las heridas fundamentales.

 

     Esto es cierto especialmente cuando una persona está en condiciones de hambre emocional, en otras palabras cuando se ha sentido no apreciada y poco importante por mucho tiempo.

 

Y a todo esto ¿cuál es la parte divertida?

 

     “Recuperar el amor” supone que recobramos nuestro verdadero ser: libre, creativo y dichoso. Que desarrollamos una conciencia juguetona, humorística y ligera sobre nuestros retos y lecciones de vida. Nuestras heridas fundamentales, si bien son muy reales, dejan de ser la brújula de lo que hacemos.

 

     Aprendemos que cuando nos cuidamos y divertimos estamos honrando la Creación y atrayendo bienestar a nuestra vida y la de los seres que queremos. Así nos liberamos de expectativas irracionales y de las exigencias del ego. Reconocemos y disfrutamos el amor en su verdadera esencia.