
Una herramienta espiritual que ha transformado mi vida es el anonimato. Con herramienta espiritual me refiero a acciones que nos ayudan a hacer (o dejar de hacer) algo acercándonos a nuestras reservas internas de integridad y amor.
Las herramientas nos guían para encontrar fortaleza cuando nos sentimos confusos, perdidos e infelices. Ejemplos de herramientas espirituales son la escritura, la oración, los autocuidados, los lemas o slogans, practicar una pausa, diálogo interior (o la forma como me hablo a mí misma), la relajación, los juegos saludables, etc.
El anonimato es una herramienta específica para dos hábitos muy humanos y enteramente perniciosos a la larga: los chismes y los juicios. Como seres humanos todos tenemos una gran capacidad de evaluar, juzgar y condenar. Es parte de nuestra sobrevivencia y, cuando nos lo pensamos, un animal que no evalúa qué puede beneficiarlo y qué puede exterminarlo está condenado a la extinción. Hay quien dice que -en los seres humanos- la parte de la condena es trabajo del ego, las voces del miedo, el grano de mal que nos habita, etc.
El problema es que cuando criticamos y condenamos algo sin enfrentarlo podemos sentir un bienestar temporal que generalmente es seguido de una resaca producto de la mala conciencia. Funciona como un mal trago o una comida rica pero tóxica.
La ciencia tiene explicaciones de los neurotransmisores y las sustancias que nuestro cerebro segrega tanto cuando nos sentimos conectados (sustancias que nos hacen sentir bien) como cuando nos sentimos separados (sustancias que nos hacen sentir deprimidos, aburridos o ansiosos).
Es allí que el chisme se vuelve un fenómeno muy paradójico e interesante que requiere un montón de práctica para desarticularlo como mal hábito. Un chisme es una condena que se comparte a espaldas del enjuiciado. Sin embargo, cuando se chismea, se hace conectándose con alguien que comparte la condena, al tiempo que uno se separa del objeto del chisme. Entonces, sin duda, se recibe un gran beneficio de conexión, mientras se actúa sin integridad.
Quizás lo más difícil del chisme es reconocer y renunciar a sus beneficios. A todos nos gusta sentirnos conectados y tener razón y el chisme proporciona esos gustos. Al precio, sin embargo, de menospreciar y atacar a otros deshonestamente. Es peor cuando esos “otros” merecen la condena pero no somos capaces -o no tenemos la habilidad- de enfrentarlos desde la integridad y la compasión,
La herramienta de anonimato que he aprendido en mi recorrido espiritual me proporciona una guía muy clara: solamente mi inventario, no participar en chismes y -lo más difícil- no juzgar a quienes se permiten chismear.
La libertad de usar esta herramienta me ha permitido renunciar a alianzas inestables y peligrosas, pues quien hoy chismea conmigo mañana puede chismear sobre mí. Más importante, me ha permitido actuar con integridad sin sentirme superior (que es otra forma de desconexión).
No creo que sea casualidad que se diga que el anonimato es un gran reductor del ego. ¡Simple aunque no fácil! ¿No?