
El tema de los límites saludables es uno de los más difíciles en recuperación y en relaciones amorosas y saludables, en general.
Un límite define lo que es aceptable o inaceptable para mí en un momento dado y – aquí está el truco – en conexión con lo que me pertenece (mi vida, mis sentimientos, mi realidad, mis lecciones, etc.)
A veces, sin siquiera notarlo, disfrazamos nuestra necesidad de controlar con el establecimiento de límites. He aquí una lista que nos ayuda a discriminar los límites de la necesidad de controlar:
- Los límites definen qué es mío y qué no es mío. Me pertenecen: mis pensamientos, acciones, sentimientos, reacciones, tiempo y esfuerzos. No me pertenecen los pensamientos, acciones y sentimientos de otros.
- Cuando alguien me hiere, con frecuencia ha violado un límite mío. En ese caso, aprendo algo sobre mí. No es prudente reaccionar cuando me siento herida, pero tengo que volver a examinar la situación (a través de mi espiritualidad) y averiguar cuáles acciones son necesarias para honrar mi ser sagrado y libre.
- Nadie puede fijar un límite por mí.
- Los límites son beneficioso para todos los involucrados. Cuando digo “no puedo, lo siento”, por ejemplo, es productivo para mí porque soy honesta y es útil para la persona que lo recibe quien, aun sintiéndose de momento decepcionada, sabe a qué atenerse.
- Los límites no se proponen explotar, abusar y conseguir las cosas a mi manera.
- Es imposible establecer un límite y -al mismo tiempo- hacer sentir bien a la persona afectada por ese límite. Correlativamente, ante un límite ajeno está bien sentirse decepcionado aunque no debe confundirse con rechazo.
- Mientras más palabras uso al comunicar un límite, más lo debilito. “No” y “Sí” son oraciones completas.
- A veces un límite es una negociación, a veces no lo es. Necesito orientación de mi espiritualidad para decidir en qué caso se aplica. A menudo, esa guía viene a través del uso de herramientas espirituales como la oración, la escritura, la meditación, practicar agradecimiento, etc.
- Cuando pido ayuda o manifiesto respeto – y permito a otras personas ayudarme y respetarme – no sólo estoy honrando mi necesidad de plenitud como ser humano sino también permito a otras personas manifestar su mejor versión. Todo esto crea límites saludables.
- Con la práctica llegamos a ser más flexibles, aunque – paradójicamente- más enfocados en nuestra integridad: me expreso con claridad y sin trucos. No miento para hacer sentir bien al alguien pero tampoco digo verdades con crueldad.
- Cuando un límite necesita ser comunicado, es preferible hacerlo con amor, respeto, firmeza y amabilidad. Sin embargo, rara vez los límites deben ser comunicados.
- Cuando defino un límite en mi proceso de autoconocimiento, anticipo las consecuencias -en la medida de mis posibilidades – en caso de que ese límite sea violado para eso a menudo necesito usar herramientas espirituales y conectarme con mi más profunda verdad por eso los límites se desarrollan con el tiempo, no repentinamente.